PERSPECTIVA DE GÉNERO ¿RELIGIÓN LAICA?

La perspectiva de género ¿“religión laica”…?

Son muchísimas las veces que se habla sobre cuál es el mayor reto que tendrá que afrontar la humanidad en un futuro próximo, e incluso hoy día… Existen opiniones para todos los gustos, pero sobre todo, lo que más abunda es la contestación desde lo que últimamente suscita mayor alarma social (“alarma social” que muchas veces ha sido creada por determinados lobbies, grupos de presión, de manera interesada…) En mi opinión, el mayor reto que deberá asumir el género humano es el de ser capaz de diferenciar la realidad de la fantasía, la “verdad” de la propaganda. Una de las actividades que la humanidad más frecuentemente ha emprendido, a lo largo de los siglos, ha sido siempre buscar explicaciones más o menos racionales a lo que resultaba inquietante para la gente en su relación con sus congéneres y con el entorno… Conocer la verdad ha sido siempre un reto para la humanidad, pero en la era de la información (que más bien habría de denominarse “era de la desinformación”) es un asunto especialmente urgente e importante.
Estamos obligados a decidir si las amenazas que nos acechan cotidianamente, son reales, si las soluciones que se nos ofrecen son las acertadas, si los problemas de los que se nos habla, son realmente problemas o son ficticios. Cada cual tiene un concepto “subjetivo” del mundo y todos sabemos que esa visión es resultado de lo que otra gente y la sociedad nos dicen, en parte originada por nuestro estado emocional, que proyectamos hacia fuera, y en parte por nuestras auténticas percepciones de la realidad. En resumen, nuestro esfuerzo para acercarnos a la realidad, implica tener que decidir cuáles de nuestras percepciones son auténticas y cuáles son falsas, ya sea porque nos las han inculcado o vendido o se han creado a través de nuestras propios deseos y temores.
Por poner un ejemplo, vamos a hablar de la ideología de género. Y con el fin de que no se me entienda mal, quiero dejar perfectamente claro que pienso que nos concierne a todos los humanos, procurar vivir de manera que tengamos en cuenta todas las consecuencias de nuestras acciones, ”humanizar el entorno más próximo a nosotros”, incluyendo las que afecten a otras personas, estén más o menos próximas a nosotros. Es especialmente importante actuar de forma que se respete el entorno (tanto material como humano) y por supuesto, pensando en el futuro. Soy de los que piensan que el mundo tiene problemas reales y que se pueden y deben intentar solucionar, y también soy de la opinión de que es demasiada la gente que sufre algún tipo de discriminación, o es sojuzgada, vejada, o recibe maltrato de manera más o menos frecuente... Pero también pienso que es enormemente difícil decidir qué constituye una acción responsable, e igualmente, que las consecuencias de nuestras acciones son a menudo difíciles de prever. Pienso que nuestras pasadas formas de de convivencia, de relación entre hombres y mujeres, padres e hijos, etc. si echamos la vista atrás, vistas desde la perspectiva de los seres humanos actuales resultan poco menos que descorazonadoras, por decirlo suavemente, porque incluso nuestros esfuerzos mejor intencionados habitualmente se tuercen. También pienso que no es lo corriente, desgraciadamente, reconocer nuestros anteriores errores, como tampoco lo es afrontarlos directamente.
Voy a intentar abordar el por qué de todo ello:
He estudiado, entre otras muchas cosas, algunas de las llamadas “Ciencias Humanas y Sociales” y una de las cosas que he aprendido es que ciertas estructuras sociales siempre acaban reapareciendo. Existen estructuras, que según parece no pueden eliminarse de la sociedad. Una de esas instituciones es la religión. Actualmente se afirma que vivimos en una sociedad laica, en la cual mucha gente (la mejor educada, la más ilustrada) dice no creer en ninguna religión. Sin embargo, la historia de la humanidad nos demuestra que la religión no puede eliminarse de la psique de la humanidad. Si suprimimos alguna forma, acaba apareciendo otra. Podemos afirmar que no creemos en Dios, pero (según parece) seguimos teniendo necesidad de creer en algo que dé sentido a nuestras vidas y al mundo. Esa creencia es, sin duda alguna, religiosa.
Hoy día, una de las religiones más poderosas del Mundo Occidental es la ideología o perspectiva de género. La doctrina de género es la religión que eligen muchos de los ateos y no creyentes urbanos. ¿Por qué afirmo que es una religión? Bueno, basta con echarle un vistazo a sus creencias. Si se miran con cuidado, vemos que es de hecho una perfecta readaptación al siglo XXI de los mitos y creencias tradicionales judeocristianos.
En la doctrina de género existe un “paraíso” inicial, una situación –que algunas “historiadoras feministas” ubican en el Neolítico Europeo hace más de cuatro mil años (Marija Gimbutas, por ejemplo)- en la que los humanos disfrutaban de una sociedad igualitaria, pacífica y matriarcal, antes de que se produjera lo que llaman “el ascenso del patriarcado”. También hay una caída en desgracia, resultado de la invasión de las brutales hordas patriarcalistas indoeuropeas... Todos somos pecadores de género (los varones venimos a este mundo cargando con el pecado original por el hecho de ser varones, y debemos pasar por una etapa de “purgatorio”…) Obsérvese que en esta nueva versión del Génesis Bíblico, la raza humana ha sido expulsada del Edén debido –solamente- a los pecados del hombre, no los de la mujer… La salvación, según el feminismo de género está en fórmulas como la “paridad”, la política de cuotas, la “discriminación y acción positivas”… En la fábula feminista los varones son los únicos responsables de las desgracias que la humanidad padece, mientras que las mujeres representan todo lo bueno. Si existen guerras, pobreza, hambre, enfermedades, etc. es por causa de los hombres; a la humanidad le iría mucho mejor si las mujeres mandaran, pues sin duda las mujeres son superiores moralmente al hombre.
El Edén, la caída del hombre, la pérdida de la gracia, e incluso el juicio final que ha de venir... son estructuras míticas profundamente enraizadas. Son creencias profundamente conservadoras. Incluso hasta puede que nazcamos con ellas impresas en el cerebro, ya puestos a imaginar. No es mi deseo disuadir a nadie de ellas, como tampoco pretendo disuadir a nadie de la creencia, de que Jesucristo es el hijo de Dios que resucitó de entre los muertos. La razón por la que no quiero disuadir a nadie es que es imposible conseguirlo. No hay hechos a discutir. Son asuntos de fe.
Y eso es lo que pasa, tristemente, con la doctrina de género. Cada vez más, parece que los hechos no son necesarios, porque sus principios son creencias. Se trata de pecar o no pecar, de ser un pecador o salvarse. De si deseas estar en el lado de los salvados o de los condenados. De si eres uno de los nuestros o de los suyos.
Es posible que algunos que lean esto, piensen que exagero. Pues me temo que no. Porque sabemos mucho más acerca del mundo, de la historia de la humanidad, de la conducta de los humanos, de lo que sabíamos hace cuarenta o cincuenta años. Y lo que ahora sabemos no apoya demasiado ciertos mitos básicos del feminismo de género, sin embargo los mitos no mueren. Examinemos algunas de esas creencias. No hay un Edén. Nunca lo ha habido. ¿Cuál fue el Edén del maravilloso pasado mítico, cuándo fueron esos “tiempos mejores”? ¿Fue quizá aquel tiempo en que la mortalidad infantil era superior al 80%, cuando cuatro de cada cinco niños morían de enfermedad antes de cumplir cinco años? ¿Cuando una mujer de cada seis moría al dar a luz? ¿Cuando la esperanza de vida era de 40 años, como hace aproximadamente un siglo? ¿Cuando las plagas se extendían por todo el planeta, matando a millones de personas de una sola vez? ¿Fue cuando millones morían de hambre? ¿En esos tiempos pretéritos es cuando hubo un paraíso?
¿Y qué me dicen del mito que cuenta que determinados pueblos indígenas, viven –o vivieron en algún momento de la historia - en un estado de armonía de sexos, de forma pacífica, en un régimen “matriarcal” y en perfecta comunión con la naturaleza…? Bueno, nunca lo vivieron, nunca ha existido tal cosa. ¿Y cuáles eran sus condiciones de vida? ¿De amor, paz y armonía? Difícilmente: los primeros humanos vivieron en un constante estado de guerra. Generaciones de odio, de odios tribales y batallas constantes. Era frecuente el canibalismo. Algunos practicaban el infanticidio y los sacrificios humanos. Y las tribus que no fueron ferozmente guerreras fueron exterminadas o aprendieron a construir sus pueblos en altos acantilados para tener ciertas medidas de seguridad.
El buen salvaje es una fantasía y nunca fue una realidad. El que todavía haya quien crea en él, 200 años después de J. J. Rousseau, o en el mito de las amazonas, demuestra la tenacidad de los mitos religiosos, su capacidad para perdurar, de sobrevivir a través del tiempo, a pesar de siglos de hechos que los contradicen.
Incluso hubo un movimiento académico a finales del siglo XX que afirmaba que el canibalismo era una invención del hombre blanco para demonizar a los pueblos indígenas… Mientras tanto, algunos habitantes de Nueva Guinea continuaron comiéndose los cerebros de sus enemigos, hasta que finalmente se les hizo entender que cuando lo hacían corrían el riesgo de contraer el kuru, una enfermedad neurológica mortal. También, los amables tasaday de Filipinas resultaron ser un truco publicitario, una tribu inexistente. Y los pigmeos africanos tienen una de las tasas de homicidios más altas del mundo.
Pero volvamos a la religión. Si el Edén es una fantasía que nunca existió y la humanidad nunca fue noble, buena y amable, si no cayó en desgracia, ¿qué pasa con el resto de los principios religiosos? ¿Qué hay de la doctrina de la salvación que propone el feminismo de género?
La mayoría de nosotros ha tenido alguna experiencia en tratar con fundamentalistas religiosos y entendemos que uno de sus mayores problemas es que no se ven a sí mismos en perspectiva. Nunca reconocen que su manera de pensar es sólo una de otras muchas posibles y que pueden ser igual de buenas o útiles. Por el contrario, creen que su manera es la única correcta, todas las demás son erróneas, están en el negocio de la salvación y quieren ayudarnos a ver las cosas de la forma correcta. Quieren ayudar a salvarnos. Son totalmente rígidos y no les interesan los puntos de vista opuestos-diferentes. En nuestro complejo y “civilizado” mundo, el fundamentalismo es peligroso a causa de su rigidez y su impermeabilidad a otras ideas.
Para que el feminismo recuperara el buen camino, sería necesario sacarlo del ámbito de la religión, del ámbito de la mentira piadosa (o como dice Platón, “mentira noble”) si se quiere que recobre la senda del progreso. Sería también necesario acabar con las fantasías míticas y las predicciones apocalípticas, con la censura y con el engaño. En su lugar, habría que recuperar el camino de la sensatez y del raciocinio…
Existen diversas razones por las que pienso que es necesario liberar a la “causa de las mujeres” del componente religioso que actualmente la caracteriza. Si admitimos que el “feminismo de la igualdad” es necesario, ese movimiento no es nada eficaz si adopta la forma de religión. La historia nos enseña que las religiones tienden a matar a la gente (por supuesto, en nombre de Dios…) del feminismo de género quizá no se puede afirmar que ha llegado a tanto, pero sí podemos decir que por su causa se han destruido miles de familias, se ha condenado a miles (tal vez millones) de niños a una orfandad cruel e innecesaria, y se ha empujado a miles de hombres al suicidio… Sin duda alguna, no son daños soportables. El feminismo para ser liberador, debería ser racional y flexible. Es más, permítaseme que añada que, incluso mezclar preocupaciones relativas a la igualdad de derechos de las mujeres, con las fantasías fanáticas que tiene la gente sobre un partido político u otro es olvidar la tozuda realidad: hay muy escasa diferencia entre los partidos, excepto en su retórica. Al esfuerzo por promover una legislación eficaz para el avance de las mujeres, no le ayuda pensar que la autodenominada izquierda nos salvará y el resto de agrupaciones no. Posiblemente sea recomendable dejar la “política” aparte cuando pensemos en la lucha por los derechos civiles…
Otra razón mucho más urgente para abandonar la religión feminista: Las religiones piensan que lo saben todo y que tienen solución para todo. Como ya indicaba anteriormente, el actual feminismo, la perspectiva de género es una doctrina totalitaria, plagada de dogmas a cual más falaz e insensato: “las mujeres están sojuzgadas, oprimidas, marginadas,… ha habido una conspiración de la clase hegemónica, patriarcal e imperialista, … las mujeres apenas tienen acceso a las instituciones, apenas se les permite tener capacidad de decisión, sufren violencia por el simple hecho de ser mujeres,… los hombres han planeado todo, de forma egoísta, para que el mundo en que vivimos sólo sea maravilloso para ellos, obviando totalmente las necesidades e intereses de las mujeres…”

Pero la tozuda y afortunada realidad de las mujeres es bien diferentes: las mujeres españolas, occidentales, constituyen el grupo social con mayores privilegios de la historia de la humanidad, ostentando una capacidad de influencia, un grado de poder, de bienestar, de salud, nunca antes conocidos…. Los que afirman lo contrario, demuestran así su tipo de personalidad o su sistema de creencias, no su nivel de conocimiento. Es imprescindible estar en una actitud de humildad y apertura para hacer un diagnóstico medianamente objetivo de la realidad, y de flexibilidad al sopesar necesidades. Las religiones no son buenas para ninguna de estas cosas.
¿Cómo hacer para arrancar al feminismo de las garras de la religión y volver a hacer de él una disciplina “científica”? Hay una respuesta sencilla: debemos establecer requisitos más estrictos, al margen de supuestos hechos politizados que simplemente no son verdad. No es que esos “hechos” sean exageraciones de una verdad subyacente. Tampoco que ciertas organizaciones maquillen el asunto para presentarlo ante la opinión pública de la manera que más les interesa. En absoluto: lo que están haciendo cada vez más asociaciones es presentarnos sus mentiras, pura y simplemente. Mentiras que saben que son falsas.
Esta tendencia empezó hace ya mucho tiempo: El academicismo feminista enseña una nueva versión de la historia, diferente y revisada; el feminismo triunfante, subvencionado y políticamente correcto tiene una visión de la ciencia que solamente asume de forma selectiva lo que le interesa, y por cierto, con un enfoque no precisamente liberal de la moralidad, en la que una acción es correcta, o no, dependiendo de quien la emprenda… La visión del mundo creada por el feminismo contemporáneo tiene mucho en común con la puesta en escena de un ilusionista, que crea una parafernalia impresionante, que sólo es perceptible desde una determinada perspectiva, y siempre y cuando todos los intentos de un estudio crítico sean abortados… En este momento, el feminismo triunfante está politizado sin remedio. Y posiblemente fuera lo mejor clausurarlo, y volver a empezar... Alejarse de la ciencia es entrar en la “versión Internet” del oscurantismo, una era de crecientes temores y prejuicios salvajes, transmitidos a la gente que no conoce nada mejor. No es un buen futuro para la raza humana. Así fue nuestro pasado, no lo olvidemos. Así que es el momento de abandonar la religión de género y volver la vista hacia la ciencia, y basar firmemente en ella nuestras decisiones políticas públicas.

Carlos Aurelio Caldito Aunión.
BADAJOZ